A nosotros no nos puede pasar…

…decían, o pensaban, muchos españoles en los prolegómenos de la guerra civil. Que al final llegó y se llevó centenares de miles de vidas de españoles. Algunos pocos -como siempre en notoria soledad- eran conscientes de lo que se avecinaba. Y lo advertían a sus Weiselconciudadanos llevándose el rechazo, cuando no la mofa, a sus premoniciones. Por ejemplo Ortega y Gasset, por entonces diputado, cuando le advierte a la República que por ese camino se iba a un enfrentamiento cruento: “No es eso, no es eso”, fue la famosa frase cuando advirtió los primeros síntomas del enfrentamiento.
Lou Marinoff (El ABC -Aristóteles, Confucio, Buda- de la felicidad) trae una historia que viene al caso de aquello “esto no nos puede pasar”. Cuenta la historia de Elie Wiesel (en la foto) un superviviente de Auschwitz a quienes los nazis le mataron a su madre, padre, y hermana; todos vivían en su apacible pueblo natal de Hungría. Cuenta Wiesel que en su pueblo, alejado de cualquier centro de poder, todos vivían tranquilos y que pese a que el nazismo había invadido Hungría y tomado Budapest todos pensaban que a ese lejano e idílico pueblo no llegaría el holocausto. Estaban equivocados y pese a que “otro loco” como Ortega que había pasado por el pueblo les advertía lo que estaba pasando en otros lugares de Europa, ellos repetían: “no llegará hasta aquí”.
Ese “a nosotros no nos pasará” se está repitiendo en España y en la Argentina ante los hechos de violencia que se están viviendo. Ambos pueblos saben, o debieran saber, que los dramas de violencia que han vivido (guerra civil, dictaduras, terrorismo) empezaron con pequeños síntomas, casi inadvertidos para una cómoda mayoría políticamente correcta. Afortunadamente hay escritores y periodistas (no así políticos) que están advirtiendo del peligro de la incipiente violencia. El primer síntoma que debiera alertarnos es la violencia en el lenguaje. Ya que como advierte Víctor Frank otra víctima de Auschwitz que durante años registró el lenguaje del Tercer Reich, la violencia en el lenguaje iba preanunciando lo que se venía. Hoy hay violencia verbal desatada; y violencia física. Basta ver el rechazo, cuando no el odio, a la opinión contraria con que se despachan a gusto los políticos de cualquier partido. Y en la que se están enganchando periodistas de medio pelo. Palizas a opositores, bombas caseras que le explotan en la cara a terroristas, pintadas en la casa de algún juez (se acuerdan de las pintadas en la casa de los judíos apenas empezaba el nazismo).
Solo la opinión y la acción y el repudio del ciudadano de a pie, hoy facilitada por Internet y las redes, podrá parar a estos verdaderos “locos del poder” y sus inadvertidos socios (políticos mediocres y medios irresponsables). Prestemos atención a los síntomas. Antes de que sea tarde.

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