Milan Kundera, La insoportable levedad del ser; La ignorancia; El libro de la risa y el olvido;El arte de la novela, todos de Ed. Tusquets
A quienes aman (o amamos) la literatura Kundera es una fiesta que nos damos. Todos sus libros son recomendables pero recomiendo quizá los dos más famosos: La insoportable levedad del ser, que lo hizo mundialmente famoso y La ignorancia. Les transcribo un párrafo de La ignorancia. La maestría con que relata un error de juventud, un error en la época de la ignorancia que luego es muy difícil de remediar. Algo que pudo ocurrirnos:
-Quiero decir que fue la única vez en que me sentí dueña de mi vida.
Se calló. Milada no interrumpe el silencio, e Irena prosigue:
-Me casé muy joven sólo para huir de mi madre, me casé con un viejo amigo suyo. Porque de hecho yo sólo conocía a la gente que la rodeaba a ella. De modo que, incluso casada, seguía bajo vigilancia.
-¿Cuántos años tenías?
-Apenas veinte. Y a partir de entonces todo quedó decidido. En ese momento cometí un error, un error difícil de definir, imperceptible, pero que fue el punto de partido de toda mi vida y que nunca he conseguido reparar.
-Un error irreparable en la edad de la ignorancia.
-Sí.
-A esa edad es cuando la gente se casa, tiene el primer hijo, elige su profesión. Un día sabrá y comprenderá muchas cosas, pero ya será demasiado tarde, porque su vida habrá tomado forma en una época en que no sabía absolutamente nada.
-Sí, sí –coincide Irena-, ¡ocurre lo mismo con la decisión de emigrar! También fue consecuencia de anteriores decisiones. Emigré porque la policía secreta le hacía la vida imposible a Martín. Él era quien ya no podía vivir aquí. Yo sí. Fui solidaria con mi marido y no me arrepiento. Pero el hecho de emigrar no fue cosa mía, una decisión mía, un acto de libertad, un destino propio. Mi madre me empujó hacia Martín, y Martín me llevó al extranjero.
-Sí, me acuerdo, aquello se decidió sin ti.
-Mi madre ni siquiera se opuso.
-Al contrario, le convenía.
-¿A qué te refieres? ¿A la casa?
-Todo acaba siendo una cuestión de propiedad.
-Te noto otra vez marxista –dijo Irena con una sonrisita.