Los cambios del Poder que se están registrando han agudizado la corrosión de la autoridad y la moral y pusieron en discusión la legitimidad de los poderosos en general. Al perder legitimidad y no ser apetecible para las nuevas generaciones se está abriendo, casi sin proponérselo, otra posibilidad revolucionaria: cuestionar el poder establecido (el Establishment). La revolución digital ha puesto en crisis al poder establecido. Lo que no consiguieron setenta años de comunismo o de regímenes totalitarios o de líderes mesiánicos que venían a cambiar el mundo quizá lo consiga…el ciberciudadano a través de Internet. Algo similar a como dicen los juristas del “efecto no querido de la ley”. Se hace una ley para cubrir una necesidad pero en su ejecución dicha ley termina en la realidad afectando otros intereses no previstos en la redacción inicial de la ley. La revolución de la red empezó con el fin de comunicarse, de entrar en línea desde lugares y computadoras distintas y alejadas una de otra. Luego se fue transformando en una formidable herramienta de comunicación instantánea y global. Y, más luego, afectó a la producción, la educación, el trabajo, etc. Y, quizá sin proponérselo, terminará terciando y afectando al Poder establecido. El poder económico, por ejemplo, que en el siglo XX fue representado por empresas de la segunda Revolución Industrial (Exxon, ATT, General Motors, etc.) ha sido paulatina pero persistentemente reemplazado por empresas de Internet (Amazon, Google, Alí Babá, Apple, etc.). Gracias a las posibilidades que abrió Internet para la participación de los usuarios en el proceso económico, el poder ha pasado de los directorios a los consumidores. El consumidor “ha tomado el poder”, dice Javier López Calvet, director financiero y de e-commerce de Carrefour España.
Todos estos son indicios de que el poder del ciudadano aumentará en el futuro, y que ese ciudadano, en red con otros ciberciudadanos, podrá influir, ser oído, participar en política, ser parte en juicios, crear empresas, etc., sin necesidad de contar con grandes y costosas estructuras detrás. Ni, necesariamente, pertenecer a organizaciones políticas o sociales.
¿Qué este futuro generará un individuo aislado, sin contacto con sus vecinos? A no asustarse: tal como dice Freud la soledad es el ingrediente crucial de la creatividad: Darwin daba largas caminatas por el bosque y rechazaba enfáticamente invitaciones a fiestas. Steve Wozniak inventó la primera computadora Apple encerrado en su cubículo de Hewlett Packard, donde trabajaba en aquel momento…[1]
En el mundo que viene el ciudadano de a pie podrá, por ejemplo, participar en política y ser oído por autoridades y jueces. Todo a través de Internet. Al referéndum, el plebiscito, a la revocatoria de los mandatos y a la consulta popular, que ya se regulan en la mayoría de las constituciones del mundo desarrollado, hay que sumar ahora la posibilidad de influir en las decisiones políticas o judiciales a través de Internet. Las organizaciones de participación ciudadana como Change.org, Abogados sin Fronteras, Courage o Centro para el Periodismo de Investigación son un ejemplo a seguir. Cualquier persona puede proponer a sus conciudadanos del mundo una propuesta o una queja contra el poder público, o una iniciativa para que sean avaladas por otros ciber/ciudadanos. Estas organizaciones suelen tener un sistema de certificación/validación de firmas que las hace confiables. Pero esto es el inicio. Vendrán más y más formas participativas del ciudadano desde su casa.
El poder político es quizá dónde más se verá el cambio de paradigma (no es evidente todavía para los políticos “profesionales” que siguen aferrados a viejas prácticas clientelares).